La Opinión de Antonio Balsalobre

La luna y los siglos

A un objeto redondo le corresponde una sombra circular. Si se observa la sombra de la Tierra proyectada sobre la luna, se percibe que sus bordes son redondos… luego, no puede haber duda en cuanto a la forma de la Tierra: es redonda. Si ya se puede contemplar a simple vista cómo se funden los hielos en los árticos, cómo sube el nivel del mar, se incrementan los fenómenos meteorológicos adversos o se baten marcas de temperatura (64 en España en el pasado mes de enero, tras un 2023 catalogado como el año más caluroso de todos los registrados), pocas dudas pueden caber de que se está produciendo algo, que si no lo es, mucho debe de parecerse a lo que se conoce como cambio climático. La primera conjetura la realizó Al-Biruni, astrónomo árabe del siglo XI, y hasta Copérnico, 500 años después, no se acabó de aceptar que la tierra no fuera plana (algunos todavía lo creen). El caso es que nuestro planeta arde y muchos de nosotros miramos para otro lado. “Crimen climático”, llaman a eso algunos. Como tengamos que esperar cinco siglos a que venga otro Copérnico a abrirnos los ojos, arreglados vamos.

Hasta que el cuerpo aguante

Animo desde aquí a López Miras a que siga retrasando la edad de la juventud. Por orden gubernativa, en la Región será hasta los 40, pero no desespero de que se amplíe y con un poco de suerte pueda yo también acabar beneficiándome de las ventajas o migajas, según se mire, que reparte su plan de acción ‘OporTÚnidades’. La mayoría de las cuales, por cierto, lleva prometiendo desde hace siete años y nunca llegan a la boca de sus destinatarios. Se puede, claro está, adoptar desde el legislativo toda clase de medidas de ayuda a personas, tengan la edad que tengan, pero me imagino que debe de ser más orgásmico y efectista para un gobernante imperar también sobre las edades de la vida, cuando no sobre el propio tiempo. Los revolucionarios franceses adaptaron el calendario al sistema decimal, hicieron coincidir el principio de cada mes con el de los solsticios y equinoccios, y llamaron al mes en que estamos “Pluvioso”. Poco adecuado para la Región, hay que reconocer. El de “Thermidor” para agosto, del griego thermos, “calor”, sí que nos vendría al pelo. No caeré en el tópico de evocar el verso rubeniano de “Juventud, divino tesoro”. Pero sí, el que le sigue: “¡Ya te vas para no volver!”. Bueno, aquí en Murcia siempre seremos jóvenes hasta que el cuerpo aguante y Miras lo tenga a bien.

Más allá de las palabras

Alguien lo ha hecho ya en un periódico de fuera. Yo lo voy a hacer en este que es de dentro. La guerra en Gaza ha dejado hasta hoy unos 26.000 muertos y más de 62.000 heridos. O sea, que uno de cada 100 gazatíes ha muerto en los tres meses y medio de conflicto. La mayoría, mujeres y niños. Aterrador. Y no me olvido de los 1.200 muertos israelíes en el ataque terrorista de Hamás el pasado 7 de octubre. Extrapolando los datos, esta masacre a manos de Netanyahu se hubiera cobrado la vida de 360 mujeres y niños en la ciudad de Cieza. Espeluznante. Urge parar este genocidio. La comunidad internacional no puede quedarse de brazos cruzados. Algunos lo intentan. Tedros Adhanom, director general de la OMS, tras calificar las condiciones de vida en Gaza como “infernales”, ha pedido desesperadamente un alto el fuego. Borrell también ha presentado un plan de paz que contempla la creación de un estado palestino como condición indispensable. Una vía de esperanza que merece nuestro respaldo y compromiso, en palabras de Sami Naïr. ¿Crímenes de guerra? ¿Crímenes contra la humanidad? ¿Genocidio? Mientras escribo estas líneas, llega el pronunciamiento del Tribunal de la ONU. Habrá que leer atentamente lo que dice. Aunque me temo que, como también dice Adhanom, el infierno de Gaza va “más allá de las palabras”.